Denuncias sociales y de corrupción llenas de odio: la razón perdida por la antipatía

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Por Francisco Morbàn

En la sociedad actual, desde la popularización de las redes sociales y la expansión del internet, los seres humanos alrededor del planeta han comenzado a utilizar estas plataformas para difundir denuncias contra instituciones del Estado y personas socialmente conocidas o sus allegados.

Las denuncias, en ocasiones, son anónimas, y los periodistas o personas influyentes en los medios de comunicación y redes sociales las difunden con el propósito de que los denunciados reciban algún tipo de castigo social o, en su defecto, judicial, pagando por sus hechos públicos con creces.

La ética periodística establece que las denuncias deben ser confirmadas por los profesionales de esta área del conocimiento de manera objetiva, sin caer en la subjetividad y lo más apegado posible a la veracidad. Esto con el objetivo de garantizar que la denuncia sea creíble.

Por tal razón, es importante que, al momento de difundir una denuncia, se realice una investigación exhaustiva para confirmar su veracidad y evitar cometer injurias por omisión investigativa, evitando así pasar de denunciante a denunciado.

Además, no se deben realizar denuncias subjetivas basadas en el odio ajeno, generado por comentarios de terceros o por situaciones personales pasadas con el denunciado, ya que esto también puede afectar la credibilidad, transformando una verdad marcada en una mentira creada por el rencor.

Resulta contraproducente que, sin estar apegado a la ética, se denuncie a los enemigos por el simple hecho de considerarlos como tales. Si no se puede realizar una denuncia en un medio de comunicación social sin apegarse a la objetividad y sin dejarse llevar por el odio a causa de una situación pasada, es preferible delegarla a un colega más imparcial.

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