Día del Trabajo o Día de la Esclavitud Moderna

Por Francisco Morbán
Cada 1 de mayo se conmemora el Día Internacional del Trabajo, una fecha que históricamente se ha vinculado a la lucha por los derechos laborales. Sin embargo, en la actualidad, muchas personas lo perciben también como el Día de la Esclavitud Moderna, en referencia a las condiciones precarias, explotadoras y muchas veces inhumanas en las que millones de trabajadores se ven obligados a subsistir.
Este apelativo refleja la realidad de un sistema económico global que, bajo el amparo del capitalismo desregulado y la permisividad de gobiernos neoliberales, prioriza los intereses del capital sobre el bienestar humano. Las industrias, en muchas ocasiones, imponen metas inalcanzables, horarios abusivos y entornos laborales tóxicos, sin que exista una intervención estatal eficaz para proteger a quienes sostienen el aparato productivo: los trabajadores.
Celebrar este día con sentido pleno solo será posible cuando se eliminen las prácticas que generan sufrimiento y precariedad. Cuando dejemos de normalizar el acoso laboral, el estrés crónico, los salarios insuficientes y el encarecimiento constante de la vida. Cuando las jornadas laborales no atenten contra la salud física y mental de quienes las cumplen.
Será motivo de celebración real cuando los gobiernos reconozcan el valor de la “maquinaria humana” que hace posible el funcionamiento de nuestras sociedades: hombres y mujeres de a pie, que cada día dejan su esfuerzo, su tiempo y muchas veces su salud en oficinas, fábricas, calles y campos sin recibir una retribución justa ni un reconocimiento digno.
También será una verdadera conmemoración cuando se garanticen condiciones que permitan a las personas vivir con dignidad. Cuando el trabajo sexual no sea la única opción para muchas mujeres de escasos recursos, cuando las decisiones políticas prioricen la salud, la educación, la vivienda y la alimentación para toda la población.
El Día del Trabajo no debe limitarse a discursos vacíos o feriados simbólicos. Debe ser un recordatorio del compromiso pendiente: construir un mundo donde el trabajo no sea sinónimo de explotación, sino una vía legítima hacia el bienestar, la justicia y la igualdad.